lunes, 26 de noviembre de 2012

Las Bicicletas Son Para La Calzada


“Las bicicletas son para el verano” reza el título de la célebre película de Jaime Chávarri. Y para la calzada, me permito añadir modestamente, ya que esto, que siempre se consideró así, últimamente no parece estar nada claro.

Ayer estuve en Zaragoza y, por dos veces, casi me pasa por encima uno de estos vehículos de tracción animal. Las bicis actualmente pululan a todo trapo por las aceras, para intensificar el acoso de los peatones, que ya venía siendo de gran eficacia en nuestras hiperautomovilizadas ciudades.

Y no es que yo caminara por uno de los innumerables carriles para bicicletas con los que los consistorios ecolosocialistas y progresistas han sembrado las aceras; no, qué va, pero es que como los carriles bici van de ningún sitio a ninguna parte, sus usuarios, que sí van a algún lugar, acostumbran a empalmar los tramos que les convienen navegando por la acera, ante la mirada complacida de los guripas y el espanto inerme de las viejecitas.

Que nadie me confunda: no soy enemigo, sino veterano usuario de la bicicleta y tampoco pienso que su lugar esté fuera de la vía pública de las ciudades, donde sería un vehículo, práctico, flexible, no contaminante y saludable. Lo que me revienta son las actuaciones políticas orientadas por el oportunismo y por la memez (o tal vez debería resumir y decir las actuaciones políticas).

Tengo el privilegio de vivir en una ciudad pequeña (o en un pueblo grande, da igual). Esta circunstancia facilita enormemente el uso de la bicicleta, tanto el deportivo como el práctico. En el aspecto práctico, el tráfico no es tan denso ni salvaje como para hacer desistir a un usuario de utilizar este vehículo para moverse: ir al trabajo, de compras o salir a dar una vuelta. Eso sí, aquí falta la costumbre y el personal coge el coche hasta para salir a ver si llueve. Qué le vamos a hacer. El Ayuntamiento también se dio el gusto de pergeñar dos o tres carriles bici. Supongo que se dijeron al proyectarlos: empezamos donde nos vaya bien y acabamos donde se nos termine la pintura. Éste es, salvando algunas honrosas excepciones, el criterio con el que se diseñan esta especie de adornos viales. Y sí, también aquí hay ciclistas que confunden la acera con un velódromo.

Hasta donde yo soy capaz de percibir, no ha existido ninguna actuación política seria (un oxímoron), en el sentido de intentar garantizar la seguridad de los ciclistas. Un ciclista en su sano juicio no puede echarse con su vehículo a la calzada de ninguna ciudad española y confiar en sobrevivir una temporada. Uno se pone verde de envidia cuando ve fotos de los Países Bajos o de las ciudades del norte de Europa, todo atestado de bicicletas. Al verlos piensas que deben de respirar mejor, ahorrar más y estar menos estresados y más sanos (y eso que el clima no les acompaña como aquí).

 
Ilustres del ciclismo, como Perico Delgado, que han tratado de hacer llegar demandas consecuentes a los políticos, se han encontrado con un muro de insensibilidad: hay otras prioridades. Garantizar hoy en día el derecho del ciclista a circular por la calzada es antieconómico, amén de difícil y costoso. Las ciudades “no están preparadas” para la convivencia de automóviles y bicicletas. Sí lo están, por lo que se ve, para la convivencia de peatones y bicicletas, en un espacio que ya era grotescamente minúsculo (muchos alcaldes, entre ellos el de mi pueblo, solucionaron el problema de las calles estrechas para el tránsito, quitando las aceras, increíble astucia).

En resumen, como queda muy ecológico y da muestras de una elevada sensibilidad y de un acusado compromiso social, mejorando la convivencia y bla, bla, bla, me temo que seguiremos con este paripé y esta soplapollez, pero nadie que gobierne hará nada en realidad, que fomente el uso de la bicicleta como medio de transporte individual realmente viable, porque eso pasa por articular medidas para otorgarle (o restituirle) un lugar en la calzada y eso no están dispuestos a hacerlo. El reinado del automóvil en la ciudad es para ellos, sean cuales sean sus siglas, como la gallina de los huevos de oro.

 
Aparte de que no hay costumbre.

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