jueves, 10 de enero de 2013

Orfebrería De Escarcha



 En la película “American Beauty”, una de las de mi Top Ten particular, el personaje de Ricky, un joven de maneras algo oscuras, que tiene la obsesión de filmar continuamente en vídeo, dice a Jane, la chica a la que ha puesto en su punto de mira: “existe vida bajo las cosas, y una fuerza increíblemente benévola que me hace comprender que no hay razón para tener miedo, jamás; el vídeo es una triste excusa, lo sé, pero me ayuda a recordarlo, necesito recordarlo: a veces hay tantísima belleza en el mundo, que siento que no lo aguanto y que mi corazón se está derrumbando.” Mientras dice esto, están contemplando la filmación de una bolsa de plástico blanco que revolotea en el viento, perseguida por la hojarasca, delante de la puerta roja de un garaje.


 
En las cosas más modestas, en las que no llaman la atención de puro vistas, hay una belleza insoportable, en eso estoy de acuerdo. Ayer paseaba, cámara en mano, por la Chopera de Monzón y había una fría, blanca y densa niebla. Es una condición meteorológica ideal para fotografiar, hasta los escenarios más cotidianos parecen irreales y fantasmagóricos.

Era de mañana, bastante pero no demasiado temprano, y debía de hacer uno o dos grados bajo cero. En la maleza seca que bordea el camino, tras la helada nocturna, se había condensado la escarcha y, vista de cerca, proporcionaba una fascinación tan intensa que quisiera compartirla aquí.
 
Hice varias fotografías en modo macro y parecen del escaparate de una joyería, donde un orfebre particularmente caprichoso expusiera sus diseños para la contemplación del paseante: detente a mirar estas joyas. Son gratuitas pero efímeras, se deshacen en los dedos.
 
Una sucesión de pequeños y delicados brillantes tapizan las ramas, las hojas, las flores, los hilos de las telarañas, alguna gota se desliza y, si sale el sol, todo el encanto se desvanecerá.

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