jueves, 14 de marzo de 2013

Manifiesto

Cuando me tocó ser joven ansiaba ser poeta y perroflauta, aunque esta castiza palabra no había sido todavía acuñada y esgrimíamos el término “hippie”, que pronunciábamos “jipi”, un barbarismo que hizo más fortuna de la que merecía. Éramos una juventud autocomplaciente, narcisista y algo autodestructiva, características estas que se han perpetuado en las siguientes generaciones y que nuestros padres decían no haber conocido. Era igual de todos modos, porque nuestra característica más dominante y generalizada era la de creernos mejores que nuestros padres: no habíamos tenido una vida tan dura y difícil, pero era igual, porque nosotros éramos mejores y más listos e íbamos a cambiar el mundo. Esta incomprensible arrogancia tuvo el premio que se merecía: el mundo sigue siendo un lugar hostil e inhóspito y nosotros, como dicta inexorable el tiempo, hemos cambiado a peor.
 
 
Claro que la esperanza es lo último que se pierde y exigir de la vida su máximo grado de cumplimiento es un anhelo absolutamente irrenunciable. Podrás no ver tus deseos realizarse, pero aquello que dejas de desear se muere en ti. Uno acaba siendo definido y modelado por sus ambiciones: ser rico, ser amado, viajar a París, comprarse un televisor grande que te cagas, tener una casa o ver la Tierra desde la Luna. Cuando era joven escribí este soneto con el que quería expresar que las ásperas dificultades de la vida están para impedirnos cumplir nuestras aspiraciones, pero no para impedirnos formularlas. Y si tienes a alguien que te escuche expresarlas, te has puesto en camino.      

 
MANIFIESTO

  No acertara a decir cuán pedernales
son los más duros granos de la arena,
pero a veces los áridos eriales
contienen en su seno agua del Sena,

  digo agua y será porque, si suena
agua será, no vientos ni metales;
no es la vida mejor por menos llena
de cántaros a tope, de raudales...

  Y si es vida, llenarse de avenidas
puede y tercie saltar por las aceras
llevando la corona del rey Midas;

  que teniendo patente, no exageras:
cien caballos de Arabia por las bridas,
tal te cumple pedir; y al olmo, peras.


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