viernes, 6 de septiembre de 2013

Peralta De La Sal Y Las Tres Sores

Entre las localidades oscenses de San Esteban De Litera Y Peralta de la Sal hay quince kilómetros de estrecha y tortuosa carretera, que es el sueño de cualquier ciclista medianamente en forma: poco tráfico, cuestas duras pero abordables, y un pintoresco paisaje de monte bajo.

Peralta de la Sal desde la carretera
Transitaba yo por esos parajes, un delicioso día de finales del verano de 2005 y, como no hacía mucho calor, me detenía a dar un paseo más allá de las márgenes de la carretera, allí donde veía un punto de interés, normalmente algún puentecillo sobre el reducido cañón excavado por un barranco que, en aquella época, estaba seco.

Puente en la carretera a San Esteban de Litera
En estas descubrí una tumba con una placa que estaba muy limpia y brillante, con lo que parecía bastante reciente. Me acerqué por curiosidad y lo que leí me dejó dos puntos por encima de desconcertado y sólo uno por debajo de patitieso. Transcribo la espeluznante inscripción, aunque, con la foto, casi no hace falta: “J.H.S. Sor Inés Sota Garayoa, Sor Antonia Pascau Castán, Sor Josefa Belarra, religiosas de la comunidad de Sta. Clara de Monzón, fusiladas y quemadas en este lugar, el día 2 de octubre de 1936 por no apostatar de la fe.”
 
Paraje donde se halla la tumba
Dado que no nací precisamente ayer, no ignoraba los episodios de inaudita barbarie que la Guerra Civil propició en ambos bandos. Aunque en 2005, cuando topé con este hallazgo, faltaban unos años para el advenimiento de Zapatero y su famosa “memoria histórica”, sabía también que muchos del bando perdedor recibieron similar tratamiento y yacen en fosas anónimas que no han recibido un etiquetado tan honorable como estas tres monjitas. Sé también que la leyenda transcrita puede reflejar una interpretación bastante sesgada de los hechos para presentarlos aún más atroces de lo que fueron.

La inscripción en la tumba
Pero en aquel momento, el texto que relataba su destino me pareció desgarrador. Los asesinos, no contentos con fusilarlas, las queman y uno espera que lo hicieran después de que las hermanas expirasen y no de resultas de un fusilamiento defectuoso, que había que completar con inconcebible sadismo, hecho que es connotado, aunque sin detallarlo ni esclarecerlo: se deja a la imaginación.

Por otra parte, quizá me he excedido al hablar de asesinos, tal vez sólo se trató de simples ejecutores, de verdugos que llevaron a cabo la ejecución, en cumplimiento de una sentencia de pena capital. ¿Puedo adivinar cuál fue el delito cometido? Sinceramente, no. No recuerdo ninguna ley en la 2ª República que declarase punible la pertenencia a una congregación religiosa. Entonces, ¿cuál sería el crimen perpetrado por las tres ajusticiadas? Claro que, si no resuelvo este misterio, tengo que regresar a la denominación de asesinos… Un tema muy doloroso y complejo.
 
La Iglesia de Peralta de la Sal
Pero el premio a lo que produce mayor perplejidad y escalofrío se lo lleva la última línea: “por no apostatar de la fe”. Esto introduce un interrogante capital: imaginemos a las monjitas en poder de los milicianos que han decidido fusilarlas, o han recibido esa orden… Si las hermanas apostatan de la fe y dicen haberse convertido en anarquistas, marxistas o ateas, ¿salvan su vida? Esto parece poco verosímil, en una época propicia a toda clase de horrores, si la piedad o la misericordia no funcionan, tampoco conviene hacerse ilusiones respecto al resto de las cualidades de la naturaleza humana. Yo hubiera apostatado de mi fe, dado que estimo mucho más esta vida, por perra que sea, que la otra, que de ningún modo consigo representarme. Hubiera abjurado, digo, pero no me hubiera llevado una sorpresa terrible si me hubieran fusilado igual. Al final, lo que queda, siempre y únicamente, es el miedo, el horror al lado oscuro de los seres humanos.

Antiguas Escuelas Pías de Peralta


 

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