martes, 24 de septiembre de 2013

Sonetos Crudos - Antonio Fernández Molina

Antonio Fernández Molina (1929-2005), pintor y escritor manchego afincado en Zaragoza, es otro de esos talentos secretos que poblaron nuestra reseca geografía durante la segunda mitad del siglo pasado, dispuesto a poner su estatura de hombre imaginario en la aridez espiritual reinante.

Si puedes conseguir la novela surrealista “Solo de Trompeta” o echar un vistazo a los relatos de “En Cejunta y Gamud”, te podrás hacer una idea del prodigioso personaje, no demasiado conocido en el ámbito de nuestras letras, ni desde luego el más popular en la sección de libros de “El Corte Inglés”.

La portada
Al igual que la de su amigo, el también poeta Miguel Labordeta, su obra es conocida por la inmensa minoría formada por unos lectores dados todavía a alimentarse con la producción de estos raros especímenes, que escriben, con líneas partidas, obras tan poco comprensibles, como poderosas y sugerentes.

Antonio Fernández Molina, el autor
¿Y cómo es él? Pues no sabría deciros… Cuando leí “En Cejunta y Gamud”, me recordó al Rafael Sánchez Ferlosio de “Alfanhuí”, pero me llegaba más el texto de Molina, me parecía más vibrante y ocurrente… Y cuando llegó a mis manos, en 1985, éste libro de “Sonetos Crudos”, me sentó como una iluminación, dije: “Papá, ya sé lo que quiero ser de mayor, olvida lo de futbolista o cantante de rock, yo quiero ser poeta como este señor, o como César Vallejo, al que, por cierto, me recuerda. Quiero ser un poeta pobre y sablista, conocido de unos pocos nomás, y morirme en París con aguacero, un día del cual tenga ya el recuerdo”. He de decir que mi padre me lo consentía todo, incluso lo que no era capaz de entender, como este y otros disparates. Y si no fui poeta, no fue por dejarlo de intentar con empeño… Al menos durante aquellas vacaciones de Semana Santa.

El diseño de página
Casi treinta años después me vuelvo a tropezar con el librito de los sonetos de Antonio Fernández Molina ¡Y está dedicado! Una casi incomprensible sorpresa. Tampoco recordaba yo las ilustraciones de grabados de Holbein, y además ahora tengo un blog donde compartir estos estrafalarios y arrebatadores sonetos. La vida es bella. Transcribiré un par, ahí van:

La dedicatoria
 
 Llega un momento en que se duerme un pato
y patalea el chico de la tienda.
No hace falta que al mundo se le entienda
para pasar en él algún buen rato.

 Suelen poner por liebre en cada plato
y de ello no se haga una contienda,
un gato y luego sirven de merienda
todo lo que sobrare de ese gato.

 Y pase lo que pase da lo mismo.
Lo mismo da temprano que basalto
vesícula que huevo de avestruz.

 Hacemos este viaje de turismo
pisando por la hierba o el asfalto
y levantando muy alta la testuz.

 ...                       

 Los enanos caminan por la acera,
tienen la dentadura cual su hermano.
El pan de su cabeza es un piano
sin patas, sin troquel, sin tapadera.

 Era en tiempos la vida como era
y es cual barbecho. Canta cada enano
con un bizcocho entre la diestra mano
y el corazón de carne y no madera.

 Escupen hacia el árbol del paseo
y hacia el escaparate del modista
como a quien eso ni le importa un pito.

Los enanos se suben al trineo,
enfilan muy veloces por la pista
y me arrojan al rostro un huevo frito.

 Esta escritura poética me impactó por su nitidez y su desgarro. Fue por este motivo por lo que me puse a mi vez a componer sonetos como los que quizá has podido leer con la etiqueta “Poemas”. Hace veinticinco años que no escribo una línea, pero al releer este libro me ha venido de nuevo la tentación, aunque de algún modo, el autor me previene al volver una página:
 
“No es para decir esa canción
sino con la pared en los labios."

Los grabados de Holbein


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