miércoles, 12 de febrero de 2014

La Pedrera de Gaudí, Inspirada En Monzón

Este suceso que voy a narrar no está en absoluto bien documentado, basándose únicamente en la memoria del abuelo de un paisano mío, memoria que la demencia senil emborronó a mediados del siglo pasado, llevándose el incierto testimonio del anciano al limbo de las fabulaciones improbables.

Corría el año 1883, aunque en aquel entonces los años corrían poco, y un joven arquitecto catalán,  todavía no muy conocido, de nombre Antoni Gaudí, viajaba en el tren de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España. Se desplazaba de Barcelona a Zaragoza, con la intención de continuar su viaje con destino a Comillas (Cantabria), a donde llevaba apuntes y bocetos encaminados a consolidar un importante encargo de una persona muy principal de allí.

Con tan mala fortuna, que la locomotora de su convoy emitió un último relincho entrando en la estación de Tamarite-Altorricón. “Tenemos avería para dos o tres días”, explicó un sudoroso fogonero a los viajeros que habían bajado del primer vagón. Como allí estaban en medio de ninguna parte y Gaudí era muy andariego, se informó de los caminos y, aprovechando que llevaba un equipaje muy sucinto, echó a andar y no paró hasta llegar a Monzón, donde se alojó en una fonda cercana a la estación.

Al final, no fueron dos o tres, sino cuatro los días que tardó en reaparecer el tren. Durante esta interrupción del servicio, Gaudí estuvo, al parecer, siguiendo su más destacada afición, dando largos paseos por el campo, rodeando las canteras donde se yergue el castillo de la localidad y dando palique a algunos lugareños, entre los cuales, el abuelo de mi paisano, que era entonces un mozalbete, tuvo la deferencia y el privilegio de acompañar al arquitecto a algunos lugares que llamaron poderosamente la atención de éste que, sin parar, tomaba notas y hacía croquis y bocetos. El mozalbete, ya crecido, e informado de la creciente fama de Gaudí, cuenta que el artista le dijo: “me agradan las formas caprichosas de estas canteras, seguramente aprovecharé alguno de estos croquis para proyectar una fachada inconcebible e impresionante, ya verás, xiquet”.

A la izquierda, el Castillo; a la derecha, La Pedrera
 
Siempre según la versión del abuelo de mi paisano, cuando el matrimonio Milá encargó una mansión al ya enormemente célebre arquitecto, éste echó mano de los apuntes que había tomado en Monzón, en sus paseos junto a aquél. Además la llamó La Pedrera, que era el nombre en catalán que daba a las canteras que había dibujado. Dado que el parecido entre la fachada del famosísimo edificio y los relieves dibujados en aquellos días, era asombroso, mucha gente decidió dar crédito al relato, si bien para otros el abuelo era un “farute” y un “faltao” que no estaba muy bien de la chaveta y aseguraban que todo era una auténtica trola.

Aquí el modelo natural
 
Yo lo consigno aquí, junto con las imágenes que pueden documentar la discordia. No sería extraño que el acentuado naturalismo de Gaudí, le impulsara a inspirarse en estos relieves, no tan espectaculares como los de Capadocia, que también se vinculan con la obra del genial creador, pero vamos, sirven para un apaño. 
 
Y aquí, la interpretación artística
 
   

1 comentario:

  1. Bravooo!!! plas, plas, plas plas...

    Pierre Menard
    pdta: te falta el tag arquitectura
    pdta2: mis colegas dicen que todo puede ser y que está muy bien escrito

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