jueves, 19 de junio de 2014

El Fútbol De Selecciones O El Juego Simbólico De La Guerra

"Soy Español, ¿a qué quieres que te gane?” Este slogan, a todas luces presuntuoso, lo vi escrito en la delantera de una camiseta hace algunos veranos. En el día de hoy, que proso estas agoreras líneas, nuestro combinado nacional, un ramillete de acreditadísimos futbolistas, ha hecho en los calurosos céspedes brasileños un ridículo atroz e insospechado, siendo arrollados por equipos a los que acostumbrábamos a mirar por encima del hombro. En nuestros dominios balompédicos ha vuelto a ponerse el sol y se augura una larga noche, una interminable travesía del desierto, por lo menos hasta que el espíritu de los cinco magníficos, o de los recién abdicados reyes del tiqui-taca tome posesión de una cantera de ambiciosos talentos que, por el momento, no se columbra en horizonte alguno. Tampoco es como para que los ingeniosos diseñadores de Kukuxumusu impriman ahora, en una camiseta, el logo de la desmoralización: “Soy Español, ¿te apetece vapulearme?”
 
Faltó velocidad
 
Aun sin llegar a tanto, vamos a tener que volver a acostumbrarnos al juego carente de talento, desganado, mediocre, desmayado, previsible y flojo, que caracterizó a nuestra selección de fútbol durante largos decenios. Los hechos recientes han sido una milagrosa e inimaginable excepción, los tiempos de las vacas gordas parecen haberse acabado y el fútbol de “la roja” podría volver a ser el de la emblemática época de Clemente, dios nos asista.

Faltó agresividad
 
La cuestión debería tener una importancia relativa, pero ay, resulta que en la mutua malquerencia de las tribus constreñidas en la aldea global, el fútbol se ha convertido, entre otras muchas cosas, en una representación de las gestas épicas de los antiguos héroes, de cuando la guerra era una actividad prestigiosa y las hazañas de los caballeros se cantaban, amplificadas y depuradas, en las plazas de los pueblos y aldeas.

Faltó concentración
 
En este trasunto manido del fútbol como guerra, acabamos nosotros de perder una guerra nuclear y estamos en “El día después”. Los pocos supervivientes apenas comentan el partido. Oigo decir “Yo es que ni lo vi”. Y es que no lo vio nadie. Y menos que nadie, los jugadores.

La disposición táctica fue errónea
 
El otro día Holanda vengó las sangrientas fechorías de los tercios de Flandes y Chile se encomendó ayer al espíritu de los Libertadores, para vapulear a la fláccida metrópoli: si a la crisis económica, política e institucional, unimos la amargura de la deshonra futbolística, este va a ser un país muy deprimido, pasto del desengaño y la descomposición: en un futuro no muy lejano, es dable imaginar a la efervescente selección de Catalunya goleando a la inane “roja”. Oriol Junqueras tendría el orgasmo de su vida.

Aunque aquí también se estila una inversión del encanto épico: la Armada Invencible que no fue enviada a luchar contra los elementos, los últimos de Filipinas, resistiendo heroica y estérilmente al poderoso ejército norteamericano, los perdedores también acceden así a la gloria épica, lo digo para que nos vayamos acostumbrando. No obstante, esta vez no se presentaron nuestros chicos en Brasil como una noble y honrosa partida de perdedores con encanto: iban como un ejército glorioso y conquistador, de ahí la cara que se les quedó tras el monumental planchazo. Pobrecillos. Yo creo que no hay plata en el mundo que compense un momento así: el vigente campeón, víctima de la rechifla planetaria, qué papelón.

El césped estaba un poco alto
 
Por tal motivo, no debemos olvidarnos de lo que han sido y de lo lejísimos que han llegado: en un país tan acérrimo del balompié como el nuestro, si hace treinta años nos hubieran dicho que nuestra selección iba a encadenar dos Eurocopas y un Mundial, hubiéramos respondido: “sí, y los pulpos volarán, las ostras harán atletismo y las anchoas vivirán dentro de las aceitunas”. Lo que a uno le cuesta admitir es que las glorias terrenales son efímeras y la rueda de la fortuna gira a capricho. Estos, ayer encumbrados por encima de los dioses, hoy denostados por debajo de las lombrices, estos pedazos de jugadores, tenían tanta clase que pensaron que el balón era suyo, que se lo habían comprado y no lo tendrían que devolver jamás. Así que no es cosa de decir ahora que no valían “pa” nada y que ya se veía venir.
 

Recordaré, al efecto, un chiste viejuno:
Va uno de visita al infierno y ve que hay enormes calderas donde los condenados están asándose agrupados en nacionalidades: los holandeses, escaldados, tratan de trepar por la pared interior de su caldera y unos diablos, que les vigilan, los empujan de nuevo al fondo con los tridentes. Esta imagen se repite en la caldera chilena, en la brasileña, en la francesa... Los condenados venga a alzarse hasta el borde para salir, los diablos venga a tirarlos de nuevo dentro de sus calderas respectivas. En esto, el visitante observa que la caldera de los españoles no tiene vigilancia alguna y pregunta: “¿no tenéis miedo de que los condenados españoles escapen de su caldera?” A lo que, el diablo que hace de cicerone, contesta: “Es imposible. En esa caldera, cuando uno de ellos alcanza el borde con los dedos, los de abajo tiran de sus pies para hacerlo caer de nuevo”.

El buen juego fluyó con cuentagotas
 
Así que no haremos leña del árbol caído, aunque no haya caído como un majestuoso cedro, sino como un raquítico alcornoque.

Termino con una épica admonición para ti, ¡oh, público de Brasil!: suspende los silbidos y abucheos y di adiós a los campeones con un gran aplauso... Si no, vamos a pensar que allí ya no queda nadie que aprecie el buen juego y sepa y entienda de fútbol (que es, ni más ni menos, lo que ha parecido hasta ahora). 
 
Se echaron de menos
 las galopadas por las bandas
 
  

2 comentarios:

  1. Por què tienes que hacer salir a los catalanes y no a los vascos o a los gallegos? Espero verte pronto en Benas.

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  2. Magnífica Observación. A este paso, el combinado canario se enfrentará con la selección galesa con Pedro y Bale como estrellas respectivas. Y sí, nos vemos en Benasque dentro de 12 días. Salud.

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