lunes, 16 de junio de 2014

Tella Y Sus Ermitas 2 Ermita De La Virgen De La Peña

Cuando uno se toma la molestia de subir al apartado pueblecito de Tella, es poco más o menos preceptivo, so pena de excomunión estética y viajera, que el caminante haga con tranquilidad el recorrido conocido como “ruta de las tres ermitas”, indicado de un modo aceptable y que, pasando ante la iglesia del lugar, sale del pueblo tomando a mano derecha y se interna por un breve recorrido boscoso, muy grato, llevándonos a topar, cuando la espesura se abre, con la primera de las anunciadas ermitas: la de Juanipablo, de la que ya hablé, con el embeleso que la cosa merece, en una entrada anterior.

Una descripción del itinerario
 
De aquí accederemos, siguiendo un a modo de recorrido circular, por un corto (y algo empinado a trechos) sendero de ladera, a un punto de los más altos del monte donde Tella se asienta. Diez o quince minutos deberían bastar, si conseguimos cerrar la boca y dejar de mirar extasiados alrededor.

Así la ves desde abajo
 
La segunda ermita, a la que ahora llegamos, ha sido investida con el nombre de Virgen de la Peña. Es de menor interés artístico y arqueológico que la de Juanipablo, pero no deja de tener su encanto y el paraje en el que está continúa siendo asombroso. El pequeño desnivel que hemos subido nos deja a la vista un panorama circular de montañas con algunos pesos pesados como el Castillo Mayor, la Peña Montañesa, Punta Llerga, el macizo de Monte Perdido, pareciendo hallarse todos al alcance de la mano.

Fachada principal (al Este) de la ermita

Impresionante, la Peña Montañesa desde aquí

Han instalado un mirador de 360 grados, con un precioso (y gigantesco) panel informativo horizontal que no sé cómo aguantará las inclemencias del tiempo.

Con esto te orientas por (casi) todo el Pirineo Central
 
La ermita de piedra, pequeña y rectangular, con añadidos pero sin ábside, mantiene de momento, la secular costumbre, antes generalizada a todos los templos, de permitirnos, sin más, franquear la entrada y penetrar en un interior muy sobrio, donde los afortunados poseedores de fe pueden murmurar una plegaria para que aquello en lo que creen y esperan, les sea favorable y benigno. Los demás vemos una curiosa y amplia hornacina a mano izquierda y una pequeña cabecera con una imagen moderna de la Virgen. Toda la edificación está muy pulcra y recientemente restaurada. Procede del siglo XVI y sufrió los consabidos daños durante la Guerra Civil.( País poco ecuánime, éste: pasamos de Torquemada a la “quemada” de torres y campanarios y es que parece disgustarnos el comedimiento y la falta de pasión, o integristas o milicianos, o reaccionarios o sectarios, los tibios concitamos la malquerencia unánime).

La cabecera con la Virgen de la Peña

La curiosa hornacina lateral
 
Éste aparenta haber sido un enclave de mucha fe, cuyas edificaciones pueblan densamente las abruptas y escarpadas tierras. Por los nombres de estos oratorios, parecen haber ido encaminados a lograr la intercesión de personajes muy principales del cielo. Sin embargo este piadoso interés por hacerles la pelota, no manifiesta haber obrado, no ya el don de la abundancia material y la vida sin estrecheces, sino ni siquiera el milagro de la supervivencia. Hoy son territorios casi despoblados. En su día, antes del despecho manifestado durante la Guerra Civil, creo, se hizo la tentativa de suplir con la brujería la manifiesta desatención de las fuerzas del bien, pero ni por esas: el destino de los hombres en parajes tan duros no hay Más Allá que lo cambie.

La puerta del Cielo
 
De todas formas, este tranquilo rincón es la atalaya de un entorno apasionante (y con vacas), al que pienso volver, porque me falta una ermita, otra iglesia, un dolmen y más montañas…Si no fuera porque aborrezco la palabra, diría que es espectacular.
 
Montañas hasta que te hartes
 
 

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