viernes, 18 de julio de 2014

Collado Y Lago De Basibé. Valle De Benasque

Desde hace la friolera de treinta años subo, durante la primera quincena de julio, a pasar unos días al valle de Benasque. Allí finjo que juego al ajedrez en un torneo que, este año, celebraba su trigésimo cuarta edición, un “Open Internacional” en el que mis resultados hasta hace algunas temporadas eran discretos y, en los últimos veranos, lo siguiente por debajo.

Viejo mapa de la zona del Ampriú (sin la pista)
 
Pero ese no es el quid de la cuestión, o el target, como se dice ahora: se trata más bien de descansar, relajarme, desconectar de los ambientes y preocupaciones habituales, reencontrarme con algunos buenos amigos y disfrutar de unos paisajes inigualables, grandiosos o, por lo menos, muy acordes con el concepto de belleza y majestuosidad que a mi exigua percepción se alcanza. Vale, vamos a dejarlo en muy bonitos.

El pequeño ibón visto desde el collado de Basibé
 
Últimamente, los paseos y excursiones que puedo emprender, son aptos para cualquier tipo de disminuidos físicos o sensoriales (no diré cuál es mi caso) y, entre todos ellos, uno de los más gratos y asequibles es el que me lleva, año tras año a mi cita con el collado y el pequeño ibón de Basibé.

Ibón de Basibé
 
Uno llega en coche al devastado llano del Ampriú, con sus, en pleno verano, desangeladas instalaciones para el solaz de los esquiadores y, a mano izquierda del edificio principal, toma una pista de servicio de los remontes. Sé que se puede subir por un sendero a la orilla del torrente y tal vez sea más agradable y entretenido. La pista es empinada y, en unas pocas lazadas, gana altura para decidirse a enfilar, en dirección al Este, hasta el collado de Basibé (2277 m.) que se gana en no más de hora y cuarto de cómoda ascensión (si se me permite el oxímoron). Desde lo alto, contemplamos los amplísimos pastos del vecino valle de Castanesa hasta que, como quien dice a nuestros pies, nos llama la atención una curiosa lágrima verdiazul, ¡tate, el laguito! Al que en los Pirineos le dicen ibón (o estany), en este caso, ibón de Basibé, una especie de diminuto abrevadero de poco más de una hectárea de superficie, donde chapotean y se refrescan caballos, vacas y quizá otros cuadrúpedos de mayor pedigrí.

Caballos paciendo sobre el collado
 
He tirado de teleobjetivo. Nunca he bajado los cincuenta o sesenta metros de desnivel que llevan a su orilla. Habiendo tanto ganado, los tábanos deben ser numerosos y grandes como estorninos. Así pues, en la soleada loma que lo domina, me ha tocado refrescarme con la cantimplora, bajo la desconfiada mirada de otros caballos que por allí pacían.

El ibón es más misterioso en un día nublado

Impresionante vista del collado bajo el nubarrón
 
Al regresar vemos el pico de Cerler, un pico que domina Benasque y, visto desde esta villa, es un triangulito como las montañas que dibujan los niños en los cuadernos; desde Basibé, en cambio, lo oteamos, desde una altura que es casi la de su cima, como un cono rechoncho de faldas algo áridas en la solana.

Aspecto del lago en un día soleado


Aproximo con un teleobjetivo los caballos abrevando
 
Volvemos a la llanura y aparcamiento del Ampriú en busca de una Pepsi-Cola, por la (ahora sí) cómoda pista de bajada. Una excursión muy sencilla (que rima con maravilla). Nos han silbado unas marmotas como antes los albañiles silbaban a las chicas guapas (ahora no lo hacen, en parte porque, debido a la crisis, apenas se trabaja en la construcción y, en parte, por temor a la incorrección política y sus secuelas).
 
El pico de Cerler desde el collado

¿Hay alguien en la cima?
 
 

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