domingo, 26 de octubre de 2014

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 31

- Es que verás, - comencé, mientras él repasaba con un negro azabache el cabello de las bailaoras, con la intención de que dejara de parecer que llevaban casco, - salgo con la chica que no me gusta y la chica que me gusta evita tropezar conmigo por culpa de las bocazas sucias y parlanchinas de Chus y Josemari. A mí me interesaría hablarle y convencerla de que mis intenciones van en serio, pero no me presta atención y no veo cómo abordarla. Siempre va escoltada por dos o tres amigas. Por otra parte, necesito ya romper con Nines, sin que se quede muy chafada y, sobre todo, sin que me haga un numerito. Si no rompo con una, no me puedo congraciar con la otra, es un círculo vicioso.

 - ¿Cómo de vicioso? – Preguntó Mateo, guiñando un ojo mientras intentaba pintar una fogata en el centro del círculo formado por las sevillanas. Puso tanto humo, con el propósito de darle realismo, que me pareció que las figuras caerían asfixiadas de un momento a otro.

 - De vicio nada, compadre: manitas, algún besito y mucho pajilleo. – Le contesté recordando que mi hermano me disparaba todas las noches su admonición favorita, “Teo, vas a dejar preñado al somier”.

Pasamos diez minutos largos de ensimismamiento caliginoso, hasta que Mateo espetó de repente:

 - ¡La poesía es un arma cargada de futuro!

 - ¿A qué viene ahora esa simpleza? ¿Y qué tiene que ver con mis amarguras? Por cierto, que ya leo a Bécquer cuando me pongo más tristón, - y recité: - “Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; por un beso... ¡yo no sé qué te diera por un beso!”

 - ¿A mí? ¡Serás maricón!

 - A ti no, a esa pequeña diosa a la que he entregado mi corazón, a esa…

 - Corta el rollo, pimpollo, y no te pongas cursi, almibarado ni baboso. “La poesía es un arma cargada de futuro” es el título de uno de los Cantos Íberos de Gabriel Celaya, a quien seguramente no habrás leído, ocupado como estás en meneártela sin descanso. Y viene a cuento porque, ya que no puedes interceptar a tu hermosa damisela para declararle tu amor, pues te rehúye como a la disentería, digo, le escribes un poema donde le expliques tus sentimientos con violines y trompetas, luego se lo das y a esperar. No falla. Las chicas son muy sensibles a las coplas, a las rimas y a las misivas perfumadas. Lo leerá bizqueando y la tendrás en el bote.

 - Sería una excelente idea si yo supiera escribir un poema, - contesté, - pero además habría que superar la prevención que tiene, debida a un mal paso, antes ya habíamos tonteado un poco y…

 - ¿Para qué están los amigos? – Me volvió a interrumpir mientras salpicaba topos verdes sobre un vestido que había sido blanco antes de que se le ensuciara un tanto el papel. – Tú déjalo en mis manos: soy un poeta con una técnica muy depurada. Y capaz de ponerme en tu lugar y en el de ella, te voy a poner a tu dichosa Cheles en bandeja, sólo para que me dejes pintar en paz mientras te bebes mi clorhídrico en silencio.

 
Así era don SeguroDeSíMismo Mateo y un buen amigo, además. Yo no las tenía todas conmigo, pero cuando volví a la tarde siguiente, me aguardaba muy ufano y me tendió un recio papel color marfil que olía a violetas podridas. “Lee, lee”, me animó. Lo desplegué y me topé con estas arrebatadas líneas:

     “NOCTURNO EN DO MENOR

 Honda es mi nostalgia, limpia y serena,
ansia de eternidad, noche estrellada,
noche pura y tibia de luna llena;
sólo tristeza en la noche rasgada.

 Vago soñar, y una angustia velada,
recuerdos de amor, tu ausencia y mi pena
en las piedras, en la hierba mojada,
en el río que bajo el cielo suena.

 Buscaré entre las sombras tu mano,
sentiré que ya no está; el frío
de la luna, de la piedra y del río;

 el frío de ser, de buscar en vano,
tu cuerpo, mis manos... Amor dormido
hoy creó la ilusión de haber vivido.”

 - Sí, es bonito - admití, - aunque no sé si tiene mucho que ver con ella y conmigo.

 - Hará su efecto, te lo digo yo, ¿por qué eres tan desconfiado?

 - Y por qué ese título, “Nocturno en do menor”, ¿qué es eso?

 - Mira pollito, haz caso del experimentado gallo que conoce el corral al dedillo, - sólo me llevaba un año, pero se creía que era mi padrino, mi tutor y mi cicerone, - lo de nocturno etcétera es porque me llegó la onda de que le comentó la chica un día a doña Filo, la de música, que a ella, a tu querida Cheles, la de los labios como mieles, no le gustaba mucho la música yeyé, que su padre tenía un disco de los “Nocturnos” de Chopin y ella se lo ponía casi todas las noches. ¿Cómo puedes decir que estás chalado por una gachí de la que no sabes nada?

Esto me recordó además la diferencia social, Cheles era hija de un farmacéutico que tenía el equipo de alta fidelidad más envidiado de Jaca, total, para poner discos de música clásica. Además le dije a Mateo que ella conocía mi letra, porque le había dejado unos apuntes, así que tendría que copiar el poema yo, para dárselo y que colara que era fruto de mi inspiración.

 - Ningún problema. – Me dijo y me tendió otra hoja en blanco de ese pseudopergamino de olor asqueroso que, supuestamente a ellas les gusta tanto, pensé en el papel matamoscas.

 - Necesitaré otro, - le dije, - tengo que escribir una nota de despedida para Nines. Algo para que me deje en paz definitivamente, así que no hará falta mucha poesía, creo.

 
Y tras copiar, con mi letra de los domingos, el poema en una hoja, escribí en la otra de cualquier manera:

 “Mira chiquilla, creo que eres una renacuaja y que lo nuestro no va a ninguna parte. Se despide de ti el que ha intentado por todos los medios y se ha esforzado sin descanso hasta hoy para que le hagas tilín, aunque sólo sea un poquito y pese a todo se ha dado cuenta de que ya no te quiere, de que tal vez nunca te quiso y desea poner punto final a este malentendido antes de que te hagas demasiadas ilusiones. Adiós chata, nunca te molestes en volver a mirarme y espero que no me guardes rencor. Teófilo Gómez Quino.”

Mateo miró apreciativamente lo que yo estaba escribiendo por encima de mi hombro. Cuando terminé, dijo:

 - ¿Estás seguro de que has leído tantos libros como me has dicho? Porque, la verdad, no se te ha quedado nada, ni en el estilo ni en el contenido.

El podía decir misa, pero yo estaba muy contento con mi sublime labia gráfica.

Y con la suya, muy agradecido.

 

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