lunes, 13 de octubre de 2014

¡Qué rica La Pilarica! Repita

Extinguiéndose las últimas horas de este puente que habrá sido tan beneficioso para la salud física y mental de aquellos que permanecen uncidos al yugo del trabajo, me vienen a la mollera algunas reflexiones sobre el significado de esta fiesta de tan desigual fortuna en las ilusiones y en el corazón de los ciudadanos de este solar. Se ha pretendido, con la escasa obstinación que puede desplegar un Estado tan viejo y fatigado como éste, convertir al 12 de octubre en la fiesta nacional de las diecisiete baronías territoriales de España. En las tumultuosas periferias se despotrica sin desmayo acerca del “nacionalismo español” al que nunca se olvidan de tildar de “rancio y casposo”, en contraposición con los que ellos amparan, que son rutilantes y modernos, como si los hubiera diseñado el mismísimo Steve Jobs.

Para verificar la pervivencia del denunciado engendro, tuve la ocurrencia ayer de darme una vuelta por mi pueblo en busca de signos externos: tras caminar una hora, sólo había dado con tres banderas españolas en ventanas, balcones o terrazas. En una avenida lucía una de las llamadas “preconstitucionales”, con el escudo que, cuando éramos jóvenes y progres, llamábamos “el del pollo”, para ver si degradando el ave que lo protegía, lográbamos también degradar el régimen que encarnaba. En la parte alta del pueblo, en dos emplazamientos muy cercanos entre sí, lucían dos banderas republicanas. Mi amigo el Resentido, aunque también fue progre, no simpatiza con tales nostalgias históricas y comenta: “míralas, parecen las del orgullo gay, solo que con menos colores”. Eso fue todo, no cuento la del Ayuntamiento y, de hecho, es muy difícil encontrar banderas españolas por aquí, fuera de los mástiles de los edificios oficiales.

¿Será éste el secreto de la propuesta de Rajoy?

El 12 de octubre, como nadie ignora, se celebra la fiesta de la Virgen del Pilar, extremo este que pone muy contentos a determinados creyentes, a casi todos los vecinos de Zaragoza y a todas aquellas que son llamadas Pilar, María Pilar, Pili, Mari Pili, Piluchi, Piluca, Maripí o Pilili. También se pone muy contenta nuestra televisión autonómica low cost, que aprovecha la ocasión para ofertar una programación especial en directo y una ración doble de jotas actualizadas: “El ebrio guarda silencio / al pasar por el Pilar / la Virgen está dormida / no la quiere despertar”. Y es que las fiestas patronales multitudinarias son ocasión de todo tipo de excesos. La susodicha Virgen es patrona de la hispanidad, de Aragón y de la Guardia Civil, institución esta última, que hoy es la más respetada y valorada por los ciudadanos del país, mira tú quién lo iba a decir hace cuarenta años, ¿eh? Pero lo que muchas jóvenes víctimas de la LOGSE ignoran es que semejante día se conmemora el aniversario de la llegada de Colón a los territorios americanos (uno de mis alumnos me escribió, en un ejercicio, Cristo Balcolón, uniendo mediante este error lo religioso y lo civil). Semejante desembarco tuvo funestas consecuencias para las culturas allí preexistentes y muy prometedoras para los reinos europeos de España, Portugal, Inglaterra y, en menor medida, Francia. Se supone que la colonización de buena parte del suelo americano debería ser motivo de orgullo para los residentes en la Madre Patria, que somos descendientes de los que tan meticulosos atropellos hicieron en nombre de la fe, la cultura y la civilización, huyendo de la pobreza y buscando la plata.

Here lives the Pilarica

Bueno, pues semejante suma festiva se ha querido materializar aquí, como el 14 de julio en Francia, pero que si quieres arroz Catalina. Estaba yo destinado a L’Hospitalet y el 12 de octubre era allí laborable. Para intentar levantarme la moral, un colega me trajo unas revistas en aragonés, con el título de “Fuellas”, ignoro si todavía existe tal publicación, “mira, de tu tierra”, me dijo, aunque yo que soy muy desabrido, le contesté: “yo no tengo más tierra que la de las orejas” (lo cual es rigurosamente cierto).

Encontrado en una trinchera de la Guerra Civil

Y volviendo a la elusiva ilusión de lo que es o representa una fiesta, porque las fiestas son una ilusión, solo los días laborables están encarnados en una cruda y fatigosa realidad, nadie que no tenga más de cincuenta años recordará las esperanzas e ilusiones generadas por las pipas “La Pilarica”. Entonces, como hoy, los niños éramos muy sugestionables y comíamos pipas. Por una peseta o un poco más (menos de un céntimo de euro), comprabas un paquete de pipas “La Pilarica”. Dentro había un papelito que podía contener un premio: podías soñar con un mecano o hasta con una bicicleta. Pero en el papelito siempre ponía “¡Qué rica La Pilarica! Repita”. Te prometo que una vez me salió un premio, ¿adivinas cuál? ¡Otro paquete de pipas “La Pilarica”!

Pues así son estas fiestas, el premio es encontrarlas “ricas” y repetir. Y qué si no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario