domingo, 14 de diciembre de 2014

Manualidades En El Hogar. Un Barco Pirata

Llegan las ansiadas y temidas vacaciones navideñas y los colegios, haciendo gala de su escasa sensibilidad social, cierran sus verjas, puertas y ventanas durante quince interminables días, en los que los padres habremos de hacernos cargo de nuestros indómitos polluelos. Para más inri, el frío y el mal tiempo desaconsejan mandar a las inquietas criaturas al parque o a la plaza, con una pelota, una comba o un bocadillo de sardinas en aceite, para que nos dejen solazarnos ante nuestra serie favorita, ¿qué hacer? San Vladimir Ilich, ¿qué hacer?

Tarde o temprano, las compras navideñas se acaban y enchufarlos al ordenador o a una videoconsola parece lo más socorrido, pero cuando, al cabo de dieciséis horas de masacres ininterrumpidas, empiecen a darles ataques epilépticos, no habrá más remedio que optar por alguna de esas actividades en común, que desgaste, siquiera un ápice, sus inagotables energías, mientras malbarata las nuestras, mucho más limitadas.

Es aquí donde las sugerencias de Entusiasco, pueden hallar un campo abonado por el sudor y otras excrecencias de los progenitores desesperados: se trata, en esta ocasión, de proponer una tarea sencilla pero interminable, que pondrá a prueba la paciencia de mayores y pequeños, en los cometidos de pintar, recortar, doblar y pegar este historiado barco salido de una precuela de “Piratas del Caribe”.

Navega, velero mío, sin temor...
 
Sin más aclaraciones innecesarias, ahí van los patrones para colorear. Se imprimen en cuatro cartulinas dina 4 y pista.

El modelo y las tapas del casco


El casco


La cubierta y los complementos

Las velas y los mástiles
 
Los laterales del casco son abatibles y permiten ver la embarcación por dentro para dar respuesta a nuestras inquietudes acerca de la vida cotidiana de los piratas en aquellos procelosos mares donde ofrecían sus servicios a los turistas de aquella lejana y apasionante época.

¡Se ve por dentro!
 
Colorée los patrones con el ordenador, los recorté y los doblé, marcando primero las dobleces con un bolígrafo Bic rojo (no tenía el aconsejable punzón) y una regla, y los pegué con muchas dificultades.

 
Los pegamentos escolares de hoy en día son una mierda de mucho cuidado y aquí conviene hacer una disquisición: las barras de adhesivo pegan menos que la saliva, en los bazares chinos ofrecen engrudos de similares características y se debe evitar cuidadosamente cualquier producto que en su etiqueta lleve “escolar”, “educativo”, “ecológico”, “libre de disolventes”, o cualquier otro sermón por el estilo; su adherencia será menor que la de los mocos de Pippi Calzaslargas.

Educa, pero no pega
 
Esto es lo que yo no tuve en cuenta: se me pasó por alto que en el tubo ponía “educa” y aquello era caldo de almejas. Hay una loable intención de que los niños no esnifen antes de tiempo y, claro, los pegamentos carecen de las cualidades aquellas que tenían los clásicos “Uhu”, “Imedio” y por ahí: olían a gloria y pegaban que si, cual cerdito listo, ponías aquello en los ladrillos, la casa no se caía ni con un terremoto.

Por detrás había que pintar más
 
Hecha la salvedad de que el niño no lo podrá pegar como es debido, el barco se construye sin instrucciones adicionales. Lo monté, sobre todo, para constatar que las medidas de los patrones encajaban y descubrí, cual cerdito tonto, que hay piezas, las velas sobre todo, que han de pintarse por ambas caras para que queden bien. En fin, nadie es perfecto, como decían en “Con faldas y a lo loco”. Mola, cuesta un rato considerable hacerlo y aquí lo dejo con la fe de que evitará que algún padre escriba una carta al director de “El País”, sugiriendo que los colegios permanezcan abiertos durante el cotillón de nochevieja.
 
 
  

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