martes, 13 de enero de 2015

Jean Sibelius - Sinfonía Nº 2

Aún no hace tantos años, todos pensábamos que el CD de audio era el formato musical definitivo, un soporte que perduraría a lo largo de mil años. Qué cosa es la tecnología, no te puedes fiar: hoy en día, cuando ponen algo a la venta, ya está obsoleto, es decir, no lo lanzan sin asegurarse de tener ya el recambio, el sustituto más avanzado, que hará que todos sigamos comprando y comprando, en un vano intento de hacer disminuir el paro con tan interminable flujo de demanda.

La cuestión es que compré dos colecciones de discos de música clásica del sello Deutsche Grammophon, ¡doscientos cedés! Allí estaba toda la pandilla, desde Monteverdi hasta John Williams con la banda sonora de La Guerra de las Galaxias, pasando por Bach, Mozart, Beethoven, Brahms y otros ilustres talentos. Y allí siguen, criando polvo en dos bonitos estantes (ahora los acostumbro a escuchar en el iPod y en Spotify que, para Borges, vendría a ser la infinita discoteca de Babilonia…)

Hasta el otro día que desempolvé uno de Jean Sibelius, para compartirlo en ésta página. Por varios motivos, siento una afinidad especial por el espíritu que se trasluce en la música de este finlandés ilustre. Su procedencia me parece exótica (¿cuántos finlandeses sabría nombrar? Si me esfuerzo mucho, cuatro: el referido, más un escritor, un futbolista y un piloto de coches, a ver si los adivinas). Su vida me parece interesante, con las dificultades de carácter, las adicciones y la perpetua tensión de un gran artista. Y su obra me ha acompañado en diversas convalecencias: me intriga, me distrae y me serena a un tiempo.

 
No es un compositor fácil, de estos que lo oyes un par de veces y te pones a silbar sus melodías, no. Tampoco es una música que te exija paciencia y nervios de acero, como la de muchos compositores más vanguardistas del siglo XX, es decir, todavía es tonal y tiene unas estructuras reconocibles. Yo la aprecio especialmente porque me parece a la vez serena y dramática, reposada y dinámica, íntima y poderosa, meditativa y descriptiva… Especialmente su ciclo de siete sinfonías constituye el típico regalo que los dioses hacen a la humanidad cada doscientos o trescientos años. Proponen un sonido orquestal con una textura inconfundible, esa es para mí la clave: timbres, armonías, motivos melódicos y rítmicos se entrelazan, como he dicho, en una textura, la palabra no es otra, que tiene evocaciones paisajísticas. La paz bucólica de los bosques nevados, movimientos y tensiones que fluyen o se amortiguan y una definitiva tendencia o propensión al silencio. No sé si el de la paz, o el de la melancolía y la amargura. Una música muy “natural”, influida por los ciclos, aspectos y facetas de la propia naturaleza, la música de un amante de la ornitología…

Imagen tomada del blog sibeliusencastellano
 
Jean o Johan Sibelius (Hämmelinna, 1865-1957) nació en la Finlandia todavía perteneciente al imperio ruso, su música, teniendo evidentes influencias nacionalistas, tiende hacia lo universal y, afortunadamente, es un compositor sobremanera valorado en nuestros días. También tuvo mucho éxito en vida, pero hacia su madurez le fue abandonando la inspiración (por una brutal autoexigencia, quizá) y tuvo momentos en que tendió a consolarse con la botella. Fue bastante longevo ¡y había sobrevivido a un cáncer de garganta! A partir de 1926 ya no termina obra alguna, después de su incomparable séptima sinfonía, ¿para qué?

 
La que hoy he colgado en mi nube y te recomiendo que te la bajes, es la segunda. Para mí, no siendo la mejor, es la más asequible de sus sinfonías: con una estructura muy definida, de corte clásico, en cuatro movimientos y un innegable sesgo beethoveniano, es más “movida” que otras, tiene melodías más detectables y un momento decididamente orgásmico: el arranque del cuarto movimiento.

Es, pues, la puerta de entrada ideal a un ciclo sinfónico del que cualquier aficionado a la música, con un poco de esfuerzo, extraerá un placer interminable... Aaabre tu meente.
 
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