viernes, 31 de julio de 2015

El Valle De Otal

Con el alentador título de “Excursiones para peques” encontré el otro día en internet una reseña de este cómodo recorrido que tengo fotografiado por primera vez en julio de 2008. El de Otal es un valle secundario de origen glaciar, un tanto colgado sobre el valle principal que es el de Bujaruelo, por el que transita el río Ara. Llegados desde Torla hasta el puente de los Navarros, a la derecha queda Ordesa y a la izquierda, Bujaruelo.

 
Y aquí me embarcaré en una disquisición innecesaria y gratuita: en verano no está permitido el acceso en vehículo particular a la pradera de Ordesa. Hay que dejar el coche en un vasto aparcamiento sito en Torla y echar mano de un servicio de autobuses que, más bien que mal, nos remontan por la pista asfaltada hasta Ordesa. Es una idea excelente, no sé a qué estratega de la política o de la administración se le ocurriría, pero por menos le han hecho a alguno una estatua. Aún recuerdo con repeluzno el aspecto de la pradera de Ordesa cuando era una explanada polvorienta con diez mil vehículos estacionados.

 
A Bujaruelo, en cambio, aún se puede acceder, hasta el mesón de san Nicolás, con coche propio. Es una estrecha pista con algún tramo de hormigón, pero en su mayor parte de tierra. Retomamos el término “polvorienta”. Como no se puede acceder es andando (muy larga) y si vas en bicicleta los coches te atufan, en el mejor de los casos, o en el peor, te pasan por encima. Y digo yo: ¿no habría un modo de restringir el tráfico en verano, como en la vecina Ordesa? Mi mujer que es más sensata me explica que no, debido al tema de que hay campings en la zona, pero algún modo habrá de evitar semejante reguero de vehículos llevando el sempiterno atasco hasta la alta montaña.

 
Desde el mesón de san Nicolás, una cómoda pista, ya cerrada al tránsito a motor, va remontando el río Ara y luego, a mano izquierda, sube trazando amplias lazadas. El recorrido es tan plácido que sería hasta aburrido de no mediar la grandiosidad del paisaje. Lo suyo, si uno está en forma, sería hacer la subida en bicicleta por estas pistas de buen piso.


 
Alcanzado el collado y una verja para evitar que las vacas corran en libertad, el valle se abre ante nosotros en toda su magnificencia, que es mucha. A partir de aquí, es casi llano y llegamos al final donde hay una sólida cabaña para la cosa del ganado y, un poco más allá, la cabecera del valle, a los pies de Tendeñera y la Peña de Otal (nieve a finales de julio) con una cascada donde se despeña un barranco menguante temporada tras temporada. Cuesta como hora y media subir hasta la cabaña y algo menos bajar.

Vista hacia la cabecera del valle


Vista hacia el collado donde se inicia
 
El valle forma una amplia “U” con el fondo tapizado por una pradera de hierbas altas, repleto de vacas y sus fragantes deposiciones, y alegrado por los silbidos y el correteo de cautelosas marmotas. Hay flores para llenar un tren de mercancías, hasta lirios blancos vimos (que dicen que son escasísimos). Después de aquél 2008, vuelvo cada año, al ser una excursión apta para “peques” y “personas mayores”. Este año estaba todo muy agostado, con la hierba amarillenta y menos flores. Y es que, si no llueve, es un sitio muy soleado.

El barranco de Otal desciende hacia Bujaruelo

Uno de cada 10000 lirios pirenaicos es blanco

Grandiosa vista con la cabaña al fondo (se ve minúscula)
 

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