martes, 29 de septiembre de 2015

Capturando Reflejos

El pasado 22 de septiembre, por la mañana me fui a pasear a la chopera de mi pueblo con mi abultada Pentax K-5 bajo el sobaco. Sabía que habían regado con generosidad las parcelas en días anteriores y me dije que, si tenía suerte, capturaría un desconcertante muestrario de reflejos en el contraluz de la mañana.

No madrugué tanto como hubiera deseado: me hubiera gustado “pillar” el sol más bajo en la orilla este del camino, para que el efecto de contraluz fuera aún más notorio y los destellos más luminosos, con idea de “quemar” las zonas más brillantes y ver qué salía del experimento.


 
Hice bastantes fotos: los chopos sobresalían de una especie de laguna que, merced a que el calor ya es escaso, no sugería amenaza alguna de paludismo. Sin embargo, los colores del otoño no habían hecho todavía su aparición.


 
Siempre que fotografío la chopera (y lo hago continuamente), tengo problemas con la nivelación de las imágenes: es debido a que la arboleda está muy expuesta al fuerte cierzo y la verticalidad de los troncos es variada, de este modo siempre se consigue que salgan torcidas.


 
Quería conseguir tomas donde no se acabara de precisar dónde acaba lo sólido y empieza lo líquido, dónde se transparenta el aire y dónde no lo hace el agua, dónde se confunden árbol, reflejo, reverberación e incluso manchas parásitas del sol desparramado en la luz avasalladora de la mañana. En fin, una gran confusión atmosférica y ambiental.

Esta vez, haciendo gala de lo torpe que es uno, las fotos no han sufrido NINGÚN tipo de edición o retoque, sólo les he cambiado el tamaño para poderlas “colgar” sin que el asunto tarde más que el atestado del juicio final.

 
 
Y finalizo con un cuadro al óleo que pinté hace cuarenta años, no sé si los chopos parecen chopos y los reflejos parecen qué se yo, pero la búsqueda era la misma y la torpeza, parecida.  

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