domingo, 17 de enero de 2016

En Albelda, A Finales De Los 70. La Escuela En Blanco Y Negro

Corría el curso 1979-80, uno de los de mayor esplendor en los anales de la EGB (Educación General Básica, “Yo también fui a EGB”, solo que en la mesa de enfrente de los pupitres). El, por aquél entonces MEC (Ministerio de Educación y Ciencia), que rigió largo tiempo mis destinos, me envió a la localidad de Albelda, en la Litera oscense, para hacerme cargo del alumnado que sale en las fotos.


Un alumnado de primera calidad académica, dicho sea de paso. Muchos de ellos habrán completado estudios superiores o así lo espero. Como hoy no me he tomado el Nutrament, apenas recuerdo media docena de nombres, pero eso no hace al caso, lo que rememoro es un alumnado inquieto, estimulante y, en general, bastante aplicado.


Eran otros tiempos, claro: en Matemáticas y Ciencias, el nivel medio de uno de estos muchachos, en 8º, creo que podría equipararse a los del actual 4º de ESO, misterios de la vida y es que, a veces, los presupuestos no lo son todo.


Han pasado 36 años y eso se nota en las fotos: tanto el alumnado, como mis compañeros y yo, parecemos seres de otra época, así de implacables son los cambios en el tiempo y las modas. El look más moderno y actual que seas capaz de imaginar hoy, dentro de 36 años parecerá rancio y desfasado como el tinte del pelo de tu abuela.



Y sé que está prohibido publicar fotos de niños en internet, la ley protege a los menores como es natural, solo que los niños y niñas que prestan sus infantiles rostros a estas instantáneas se están hoy aproximando, como diría Vargas Llosa, a la flor de la edad: la cincuentena.


Me haría ilusión, por supuesto, aunque lo veo poco probable, que alguno de ellos se viera, se reconociera y experimentara un puntito de nostalgia, siquiera la vigésima parte de la que he experimentado yo al recuperar éstas fotos. Fotos de muy escasa calidad, ya que entonces disponía yo de una cámara de cartón plastificado, de cero megapíxeles.


Si mal no recuerdo, creo haber tenido muy buena relación con estas jóvenes personas pero, quien sabe, la memoria tiñe de rosa el recuerdo y lo oscuro se desecha y olvida. Me enseñaron los alrededores de Albelda, particularmente un espléndido paraje de rocas areniscas, que llamaban los Castellasos, a donde solíamos ir de excursión algunas tardes de buen tiempo para ver si me daba un ataque al corazón, ya que los chavales colgados de esas rocas estaban bajo mi tutela y responsabilidad, así que pensaba: “si alguno se escorromoña, voy al trullo”.



Una gran roca parecía un rinoceronte varado.


Otra, una cabeza de caballo, o su efigie.


El paraje rocoso era de una buena escala: la figura en la cumbre sirve como referencia.



Incluso años después, intenté pintarlo, pero no me salía y dejé el cuadro sin concluir.


Más tarde siempre es demasiado tarde: al volver hace poco a aquellos alrededores, me topé con un entorno algo degradado y la fantasmagoría poética de rocas y vegetación ya no era como la que habitaba en mi mente… O me equivoqué de sitio, ya que mi sentido de la orientación es mítico, me puedo perder en un escobero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario