jueves, 7 de enero de 2016

Vidas Ejemplares De Sujetos Peculiares 1

Goran Govnic nació en 1963 en Zenica, a orillas del río Bosna, donde consagró toda su infancia a la pesca ilegal de la carpa y otros ciprínidos.

Fue el muchacho que aparece sacando brillo al Mercedes 600 descapotable del mariscal Tito en una foto que, en 1977, tomó un reportero de Efe en Belgrado. Estaba destinada a dar la vuelta al mundo, pero un policía decomisó la cámara y la imagen no apareció hasta 2003, cuando se subastó en la capital serbia el vehículo que otrora perteneciera al egregio mariscal, creador en su día de la nueva Yugoslavia.

Un libro que Goran sustrajo en la escuela primaria de Zenica marcaría su vida: se trataba de una traducción al croata de “Por quién doblan las campanas” de Hemingway, novela que le impactó tanto que decidió consagrar su existencia a la literatura y a las aventuras guerreras.

Para éstas últimas, tuvo que esperar más de una década, aunque pudo resarcirse sobradamente ya que, entre 1992 y 1995, combatió en la guerra de Bosnia, militando sucesivamente en los tres bandos implicados en el conflicto. A raíz de sus experiencias, redactó dos voluminosos manuscritos que, con los títulos de “El amante de la mira telescópica” y “El arte de volar la cabeza”, ofreció a numerosas editoriales, las cuales rechazaron las obras por considerarlas ficciones pésimamente articuladas, con material sensible, de mal gusto y cuajadas de errores sintácticos y de faltas de ortografía. Estos sinsabores y el afán de continuar con una vida de acción, orientaron su ulterior existencia.

Trató de alistarse en los cascos azules de la ONU, pero le rechazaron por corto de vista y por padecer de pies planos, de modo que emigró a Sudamérica, en busca de conflictos donde sentirse útil. En 2004 se incorporó a las FARC y fue uno de los guardaespaldas personales de Tirofijo, aplicándose asimismo en la provechosa iniciativa consistente en secuestrar a los retoños de los más conspicuos enemigos del pueblo.


Pese a haber comenzado su nueva andadura con buen pie, sus múltiples adicciones le encaminaron al desastre y murió en 2007, durante una reyerta en un tugurio de Bucaramanga, peleando a machete con un hombre que le llamó “Macilento”, apodo que Goran no podía soportar: incluso el mismísimo Tirofijo se veía obligado a aludirlo, con el apelativo en cuestión, a sus espaldas.

No se ha conservado ninguno de sus manuscritos, ya que los utilizó entre 2004 y 2007 para envolver el bocadillo que se llevaba a su trabajo de matón a sueldo, en el cual apenas pudo cumplir el primer trienio de antigüedad, el que se gratificaba con el reloj de oro: pese a todo éste es el único recuerdo que luce en su tumba de Los Manglares de San Francisco, donde descansan sus restos. Quienes le conocieron, hablan de un hombre poco agraciado pero comedido, de una exquisita urbanidad en la mesa, de una inmaculada rectitud en las timbas de juego y muy caballeroso con las damas, a las que pagaba sus servicios con una mítica largueza.

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