lunes, 8 de febrero de 2016

Vidas Ejemplares De Sujetos Peculiares 2

Juan Cartipás Mostela, cuyo nombre artístico andando el tiempo sería Juan Exuperancio Gorgojo, el Cantautor del Pelo Rojo, nació en Pelegriñón (Huesca) el 29 de febrero de 1852. Sus padres, Olegario y Toñina no sospechaban, aquel día lejano y feliz, que su retoño había venido al mundo con un rarísimo don: solo celebraba su cumpleaños el 29 de febrero, una vez cada cuatro años, en los bisiestos, de modo que su edad avanzaba cuatro veces más lentamente que la del resto de los mortales. En 1888, cuando cumplió los nueve años y entró a trabajar de pastor de ovejas en el Mas de Culgrós, sus padres ya habían muerto de viejos.

Poco o nada sabemos de su vida, hasta el 29 de febrero de 1976, en el que con motivo de su trigésimo primer cumpleaños, se emborracha en una desmedida parranda y comienza a cantar jotas salaces con un vozarrón tan potente y bien timbrado que, por un lado, la Guardia Civil lo detiene por alteración del orden público aunque, por otro, tiene la fortuna de ser escuchado por Liborio Barfulaire, a la sazón director artístico del sello independiente Aragónadas, donde empezaban a recalar diversos artistas folclóricos y modernos, con especial preeminencia del recién estrenado gremio de los cantautores comprometidos.


A Juan Cartipás, cuando salió del calabozo, oyéronle proferir tan donosos insultos, tan gallardas quejas y tan ocurrentes amenazas, que los representantes del sello discográfico, que se habían personado a pagar la fianza reunida mediante una colecta, decidieron extenderle un precontrato, como cantante y letrista. Cartipás, cuya formación musical abarcaba bandurria, guitarra, laúd y castañuelas, firmó para dos discos y todas las actuaciones promocionales y giras que su compañía tuviese a bien proponerle.

El primer disco, “Pilarica Fashion”, fue un éxito avasallador en los círculos políticos, sociales y culturales del aragonesismo más radical, los que acuñaron el eslogan “España nos rapa” y que auparon a Cartipás (ahora Gorgojo) como cantautor emblemático de los más alternativos, frente a la tibieza de Labordeta, La Bullonera o Carbonell. En sus conciertos, hasta 300 o más asistentes coreaban enfervorizados las incendiarias consignas de Gorgojo y sus ingeniosas letras: “Al Capital, por la vía rectal”, “En Chalamera no se refrigera tu puta caldera”,“Chens d’Aragón, semos el copón”, “El trasvase ye pa’ cagase” y “Ucedé, Psoe, fachas y otras cucarachas” eran las más solicitadas por fans que opinaban que para ser cantautor, al revés que para ser ídolo de las nenas, no hacía falta una gran belleza maxilofacial y sí ser un poco fachendoso y “malhablau”.


Desgraciadamente, Gorgojo no era un agitador político y cultural, sino un agitador a secas, incluso para sus fieles acabó siendo un camorrista. Su segundo álbum “Merre Vien Talaspe Lotas”, pese a verse, hoy en día, como un clarísimo exponente del punk, no caló en sus seguidores, incluso muchas tiendas de discos se negaron a venderlo por su estética musical feísta y provocadora. Las radios no programaron nunca ni una sola de sus canciones y apenas vendió 50 copias, ni siquiera la pegadiza nana “Voy a contar las ovejitas que hice mías” tuvo el menor eco.


Para colmo, en los ochenta ingresa en la triste cofradía de los ludópatas. Se arruina y cae a lo más profundo del hoyo. Sin amigos, olvidado y convertido en un despojo humano, fallece de un traumatismo craneoencefálico: había echado sus últimas 25 pesetas en una máquina tragaperras y al obtener dos ciruelas y una campana, le propinó un cabezazo tan fuerte que rompió el cristal y se quedó encajado e inerte en el bar La Tajada de Daroca. Dramático final: para colmo, algunas iniciativas recientes de reeditar sus discos o hacerle un concierto homenaje, han quedado en nada. Ni siquiera Bunbury se prestó a “desempolvar el recuerdo de una figura de tan trasnochada radicalidad”.

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