domingo, 20 de marzo de 2016

¡A Mí La OTAN!

Hará cosa de un par de semanas me enteré del fallecimiento de doña Nancy Reagan, ex primera dama de los Estados Unidos de América. Su reverenciado esposo nos abandonó en la primavera de 2004 y, vaya, de modo casi intempestivo me acordé de los espectaculares escenarios de Guerra Fría que el egregio matrimonio surfeó durante la añorada década de los ochenta, en la que el terror nuclear santificaba nuestras insignificantes existencias.



No creo que tal desatino haya sido conjurado: las armas atómicas siguen velando por el bienestar de los pueblos, asegurando el equilibrio geopolítico y constituyendo una periclitada pesadilla que, el día menos pensado, puede volver a ganar el favor de políticos y periodistas y ponernos a todos otra vez a rezar el miserere nobis.



Yo recuerdo aquella época de la ominosa pareja que, desde la Casa Blanca, anunciaba el Apocalípsis según san Dwich. Y a los pérfidos rusos que, en contrapartida, amenazaban con medir el aforo de nuestros culos. Qué tiempos… En lo que a mí respecta, aún engrosaba las filas del progretariado y me indignaba cosa mala que los políticos de nuestro país nos ofertaran como carne de misil balístico. 


OTAN, sí; OTAN, no; OTAN de entrada, no… Y aquí estamos, treinta y cinco años después, en el club de doña Nancy y don Ronald (o del tío Gilito): el enemigo se ha disuelto, ellos se han disuelto y yo he encontrado una gacetilla que escribí y publicó por aquellos tiempos un periódico local en el que me entretenía, como ahora hago, en destilar impericias para tres o cuatro audaces lectores. La recupero, pues, consciente de que el futuro está obsoleto:


Click para bajar imagen a tamaño natural, si se quiere leer.

Por aquél entonces, yo firmaba como "Momo". Un adversario ideológico de genio vivaz, al replicarme, fingió confundirse con el seudónimo y me desfiguró en "Memo". Buen zasca, pardiez, siempre se aprende.

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