viernes, 22 de abril de 2016

Días De Guardar - Carlos Pérez Merinero

En una apasionada tertulia, donde hablábamos de libros con unos amigos, dos de ellos casi llegan a las manos tratando de establecer la divisoria entre “novela policiaca” y “novela negra”. Ésta que comento hoy no deja absolutamente ningún espacio para la duda: novela negra, negrísima, como la tinta china, como el betún, como la boca del lobo, “como el porvenir de un hijo de puta”, que decíamos en nuestra inconsciente juventud. Negra y española, o sea, aún más negra, aunque no sé si en las pinturas de Goya hubiera tenido cabida, por aquello de la sempiterna censura.

Carlos Pérez Merinero aprovecha, en 1981, el breve lapso de absoluta libertad, abierto entre la dictadura de Franco y la de la corrección política, para adaptar magníficamente este poco complaciente género de origen norteamericano a la realidad española de la Transición, con lo que le sale una despiadada fábula sin moraleja, un relato grosero y brutal que puede dejar sin aliento al más pintado, una (bendita) salvajada.



El autor, fallecido en 2012

Releo a menudo esta novela justamente por lo contrario que la de la entrada anterior (18-4-2016), es decir, cuando de mi mente se apodera el lado oscuro y me posee algún tipo de odio por algún tipo de semejante, esta lectura me sirve de catarsis, tiene efectos terapéuticos, es como una sangría y hace aflorar todo lo ponzoñoso que hay en mí. Luego me quedo más sosegado y meriendo palitos de surimi.


Su estructura es la de una especie de diario, que se extiende tan solo al lapso de una semana, más concretamente de lunes a sábado, seis días, en los que pasan un montón de cosas . Y algunas más son contadas en retrospectiva, como antecedentes nada superfluos de la crónica.


Que es de una ferocidad sin descanso: el lunes ya asistimos a dos atracos a mano armada, un secuestro seguido de maltrato y violación y coronado con un doble asesinato. Y acabamos de empezar.


Aunque no te voy a desvelar el resto del argumento, te advierto que aún nos quedan cinco días muy turbulentos. Pero yo me voy a detener en el personaje central, en la estrella de la trama, un “figura” llamado Antonio Domínguez, un tipo de cuidado “si quieren mi opinión” (el entrecomillado es una muletilla que el fulano utiliza con frecuencia).



Mi ejemplar

A menudo, los malos son muy malos, o muy planos, o unos pobres diablos, o tuvieron una infancia difícil, o sufren algún desarreglo psíquico… Aquí es todo eso junto y trascendido por un plus de la más estricta amoralidad, de distancia infinita a cualquier consideración ética, la cual es dejada a los puros borregos, al rebaño que se mata a trabajar y cumple las normas a cambio de un poco de pasto y cobijo. Antonio es muy listo y carece de cualquier género de escrúpulos… Va más allá de nuestro “ello” freudiano, para llevar a cabo, literalmente, lo que le sale de los cojones. ¿No querríamos hacer todos lo mismo, si no nos poseyera el miedo de atenernos a las consecuencias? Bueno, a mí me parece un poco excesivo, y es de ese exceso ficcional del que me gozo, aunque he de decir que al propio narrador le parecen en ocasiones un tanto desmesuradas sus peripecias… Y se lanza a las justificaciones más peregrinas.


Porque está escrita en primera persona: es el propio Antonio Domínguez el que nos cuenta sus andanzas execrables en un estilo torpe, lleno de juegos de palabras, retruécanos y chistes facilones, de explicaciones chabacanas y de “sabiduría popular" convenientemente corrompida. Esto, lejos de arruinar el relato, se adecúa como un guante, en una concordancia muy certera con el espíritu del personaje, que trata de “ustedes” a unos impresionables lectores, en los que el monstruo busca una eventual complicidad. Acaso me sobran algunas citas o disquisiciones, cuyo carácter intelectual pervierte un poco la diáfana brutalidad del protagonista. En ocasiones, su confiada búsqueda de aprobación es hilarante; otras veces, su atroz suficiencia nos provoca una descarnada repulsión y es que, como es sabido, el peor aspecto de la crueldad, del mal y del dolor está en su trivialidad. Y no es tan fácil retratarla como acierta Carlos Pérez Merinero en este “Días de guardar”. Un libro perfecto para leer cuando estés “de mala hostia” (el libro que hubiera podido regalarle Pablo Iglesias a Otegi). Prueba el enlace, o mejor, cómpralo (creo que estaba desaparecido y lo reeditaron en 2014).

https://drive.google.com/file/d/0B-jREZodu-JmbHIyZk42WkthTHM/view?usp=sharing

La reedición de 2014

Y otro par de enlaces para que te ilustres aún más, si quieres:

http://javiermanzano.es/?p=4526

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